Perdida por timidez la ocasión de morir,
un escritor infeliz decide curarse escribiendo un libro feliz.
Pide su argumento, según costumbre, a los cien ojos de la memoria y a las lisonjas de la juventud.
Ocurre, empero, que a medida que avanza el relato,
y se adorna con fábulas, y hormiguea de luminarias,
más surcos deja entre líneas al aliento del negro presente.
Al escritor no le resta sino diferir sine die la salud,
satisfecho de haber sacado de la aventura
alguna momentánea e ilusoria esperanza de amar la inverosímil vida.
Partir de esta hipótesis.
Luego se verá qué sucede.
GESUALDO BUFALINO.- ARGOS EL CIEGO
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