Clemente saludaba a los árboles. Nunca se sabe.
Clemente besaba a las estatuas. Nunca se sabe.
Clemente sonreía a los pájaros, respetaba a los insectos. Nunca se sabe.
Clemente era perfecto, hasta con la gente.
Verdaderamente no tuvo suerte.
Un roble, mil veces saludado le cayó encima, una hermosa tarde.
En resumidas cuentas, Clemente tenía razón:
¡Nunca se sabe!
(autor desconocido)
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