jueves, 30 de septiembre de 2010



MONSIEUR G

ALBARICOQUES




"El conocimiento de hechos curiosos no sólo hace
menos desagradables las cosas desagradables, sino
que hace más agradables las cosas agradables. Yo
encuentro mejor sabor a los melocotones
y a los albaricoques desde que supe que fueron cultivados
inicialmente en China, en la primera época de la
dinastía Han; que los rehenes chinos en poder del gran rey
Kaniska los introdujeron en la India, de donde se extendieron
a Persia, llegando al Imperio romano durante el siglo I
de nuestra era; que la palabra 'albaricoque' se deriva
de la misma fuente latina que la palabra 'precoz', porque
el albaricoque madura tempranamente, y que la partícula
inicial 'al' fue añadida por equivocación, a causa de una falsa
etimología. Todo esto hace que el fruto tenga un sabor
mucho más dulce."


Bertrand Russell

miércoles, 29 de septiembre de 2010

martes, 28 de septiembre de 2010

lunes, 27 de septiembre de 2010

MONSIEUR G

USTED




Hablarle a Usted de usted es ya osar una paridad que no puede ser más que irónica, es más, una pulla de trivium, una desvencijada carcajada de taberna.
Si yo le he hablado a Usted de usted, quiere decir que me finjo de grado par; pero puesto que para fingirme de grado par debo realizar un gesto prepotente,
eso quiere decir que, para hablar de usted, con minúscula, debo actuar con brutalidad, y por lo tanto ser superior a quien por lo demás declaro, con esa argucia pronominal, mi par.
De un modo u otro, yo me propongo como rebelde; pero ya se entiende que la rebelión de un bufón es precisamente la rebelión de un bufón, una pulla.
Y por lo tanto, estoy seguro de que en el momento mismo en el que me he dirigido a aquel cuyas facciones se me confunden ante los ojos, usando el "usted", con minúscula,
estoy seguro, digo, de que aquél se habrá despanzurrado de la risa; entreviendo toda una fábula de comicios y tumultos, de gritos y de picas, una burlesca ficción de matanzas igualitarias.
Y por lo tanto, en el preciso momento en el que afronto a aquél con el pronombre minúsculo, empiezo yo la recíproca transformación de ambos en un papel ceremonial, no de mera etiqueta.
El "usted" es la primera invención del tirano. Pero no basta: usted, tirano mío, habrá advertido que yo, en ocasiones, del usted me deslizo hasta el "tú".
Es más, puedo decir, bufonescamente, que yo hablo de tú a usted, y a ti de usted. En efecto, si a ti te hablo de usted, eso quiere decir que finjo ser tu par, en un momento en el que soy inferior (sólo los inferiores se rebelan) y superior (los rebeldes usan la fuerza y superan por lo tanto a los superiores).
Sin embargo, realizada esa socarrona revolución, sólo puedo, considerándote un "usted", hablarte de tú: un tú que estaba oculto bajo el usted.
Y este es un primer "tú", un tú burlesco que nace de la comedia de mi rebelión; la cual, casi no hace falta decirlo, no dejaba de ser una concordada estupidez, una pulla que tú no sólo te esperabas, sino que pretendías.
Pero más allá del tú que subyace al usted, hay un tú que pertenece a otra convención, y que ahora usaré, creo, en cualquier caso.
En verdad, este segundo, a su manera definitivo tú, me es misterioso, y no puedo más que juguetear en torno a él, ya que comprenderlo del todo no creo que sea posible, o acaso solamente no sea lícito.
Tal vez ese "tú" nazca del hecho de que, en sustancia, no hay nadie a nuestro alrededor; y a fin de cuentas tú y yo trazamos una hipótesis de sociedad, una sociedad que no existe, utópica integralmente, es decir, que no posee lugar alguno.
Pero me parece un juego plano, pobre. Pienso en otras cosas, que me divierten: el tú es un continuado insulto que es además la única forma con la que puedo tocarte, ya se sabe que el bufón un cierto derecho de tocar al tirano sí tiene,
le toca una cuota de impiedad, de jocunda, irrespetuosa confianza; así pues, yo a ti te hablo de tú, porque así continuamente te falto al respeto, pero al mismo tiempo te manumito; y tú a mí ¿cómo te dirigirás? ¿Usarás el tú?
Es posible, pero no estoy seguro. Por ejemplo, podrías usar el usted, es más, el Usted, precisamente para acentuar esa insolencia que a ti, hombre con sentido del humor, divierte sobremanera
. Podrías valerte del usted, con minúscula, porque podrías fingir que no adviertes mi arrogancia;
o hablarme de tú, pero para humillarme, para hacerme comprender que en verdad yo no puedo tocarte, a no ser cuando, tocándome con tus álapas, tú mismo me tocas.
No cabe duda de que mi tú pertenece a la categoría de la pulla, pulla fea, villana, mordaz, iracunda; y los pronombres que tú uses serán todos pronombres de la insolencia, de la irritación (pero ya ves cómo van las cosas entre nosotros dos;
que tú, usando cualesquiera pronombres, entras en el juego que para tu entretenimiento yo mismo pongo en práctica;
y por lo tanto, no sólo eres el tirano a quien sugiero una carcajada, sino que eres, si me entiendes, mi apoyo;
en resumen, no eres solamente aquel que ríe ante mis ocurrencias, sino aquel que propicia su eficacia, que se presta a hacer saltar mi acerada elegancia.
Si tú no colaboraras, yo sería un mediocre bufón; tú me eres necesario como tirano, pero el tirano no es sólo el destinatario de las ocurrencias,
sino el espacio, cómo podría decirlo, en cuyos confines las ocurrencias pueden sonar con su sonido más agudo.
Así pues, yo te hablaré de tú; y si de vez en cuando me sucede el mezclar el tú con el usted, con el Usted y acaso con el vos, este hermoso pronombre respetuosamente arcaico,
habrá que ver en cada ocasión una pulla, una argucia, y la razón oculta de una carcajada especialmente extravagante y al mismo tiempo rica; una hermosa carcajada.
Giorgio Manganelli,
Encomio del tirano, Siruela, Madrid, 2003.
Traducción de Carlos Gumpert.

domingo, 26 de septiembre de 2010

sábado, 25 de septiembre de 2010

viernes, 24 de septiembre de 2010

LA ESPUMA DE LOS DÍAS

BORIS VIAN


Boris Vian es un hombre instruido y bien educado, proviene de Centrale, lo que no es poco, pero eso no es todo:

Boris Vian tocó la trompeta como ninguno, fue uno de los renovadores de la cave en Francia; defendió el estilo Nueva Orleans, pero eso no es todo:

Boris Vian también defendió el bebop, pero eso no es todo;

Boris Vian pasó ante la justicia de los hombres por escribir J'irai cracher sur vos tombes, bajo el nombre de Vernon Sullivan, pero eso no es todo:

Boris Vian ha escrito otros tres pseudoepígrafes, pero eso no es todo:

Boris Vian tradujo verdaderos textos americanos auténticos absolutamente, e incluso con las dificultades del idioma que son increibles, pero eso no es todo;

Boris Vian escribió una obra de teatro, L'Équarrissage pour tous, que fue interpretada por verdaderos actores sobre una verdadera escena, sin embargo no contaba con las restricciones de la Q.I.R., pero eso no es todo:

Boris Vian fue uno de los fundadores de una de las sociedades más secretas de París, el Club des Savanturiers, pero eso no es todo:

Boris Vian escribió hermosos libros, extraños y patéticos, L'Écume des jours, las más conmovedora de las novelas de amor contemporáneas; Les Fourmis, el más termitante de los relatos escritos sobre la guerra;
L'Automne à Pékin, que es una obra difícil e infravalorada, pero eso no es todo:

Porque todo esto no es nada aún: Boris Vian se convertirá en Boris Vian.
RAYMOND QUENEAU

MONSIEUR G

AMARALARAMA



jueves, 23 de septiembre de 2010

miércoles, 22 de septiembre de 2010

martes, 21 de septiembre de 2010

lunes, 20 de septiembre de 2010

MONSIEUR G

ADIEU




¡Ya el otoño! Pero por qué tener nostalgia de un sol eterno, si estamos comprometidos en el descubrimiento de la claridad divina, - lejos de la gente que muere mientras pasan las estaciones.
El otoño. Nuestra barca alzada entre brumas inmóviles toma rumbo hacia el puerto de la miseria, la ciudad enorme en el cielo tiznado de fuego y de barro.
¡Ah! ¡Los harapos putrefactos, el pan mojado por la lluvia, la ebriedad, los mil amores que me han crucificado! ¡No terminará nunca este vampiro que reina sobre millones de almas y de cuerpos muertos y que serán juzgados!
Me sueño con la piel roída por el barro y la peste, llenos de gusanos los cabellos y las axilas y lleno de gusanos todavía más gruesos el corazón, tendido entre desconocidos sin edad, sin sentimientos... Podría haber muerto.
¡ Omniosa evocación! Execro la miseria.
¡ Y temo al invierno porque es la estación de la comodidad!
Algunas veces veo en el cielo playas infinitas, cubiertas de naciones blancas gozosas. Una gran embarcación, por encima de mí, agita sus pendones multicolores con las brisas de la mañana.
He creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. Ensayé inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Creí adquirir poderes sobrenaturales. ¡ Y bien!
¡ Debo enterrar mis imaginaciones y mis recuerdos! ¡ Una bella gloria de artista y narrador desechada!
¡ Yo¡ Yo que he sido llamado mago o ángel, dispensado de toda moral, soy devuelto al suelo, para buscar un deber, y para abarcar la realidad rugosa!
¡ Aldeano!
¿ Estoy equivocado? ¿ La caridad será hermana de la muerte, para mí?
Finalmente, pediré perdón por haberme nutrido de mentira. Y adelante.
¡ Pero ni una mano amiga! ¿ y dónde podría obtenerla ?
ARTHUR RIMBAUD
(Una Temporada en el Infierno)

domingo, 19 de septiembre de 2010

ESCRIBIR


Sólo tengo ganas de escribir cuando me encuentro en un estado explosivo, enfebrecido o crispado, en un estupor metamorfoseado en frenesí, en un clima de ajuste de cuentas en el que las invectivas sustituyen a las bofetadas y a los golpes.
De ordinario, la cosa comienza así: un ligero temblor que se hace cada vez más fuerte, como tras un insulto que se ha soportado sin responder.
Expresión equivale a réplica tardía o a agresión diferida: yo escribo para no pasar el acto, para evitar una crisis.
La expresión es alivio, venganza indirecta del que no puede digerir una afrenta y se rebela con palabras contra sus semejantes y contra sí mismo.
La indignación es menos un estado moral que un estado literario, es incluso el resorte de la inspiración. ¿Y la sabiduría? Es precisamente lo contrario.
El sabio que hay en nosotros arruina todos nuestros ímpetus, es el saboteador que nos disminuye y paraliza, que acecha al loco que hay en nosotros para calmarle y comprometerle, para deshonrarle.
¿La inspiración? Un desequilibrio repentino, voluptuosidad irresistible de armarse o destruirse. Yo nunca he escrito una sola línea a mi temperatura normal.
Y sin embargo, durante largos años, me consideré como el único individuo sin defectos. Ese orgullo me resultó benéfico: me permitió emborronar papel.
He dejado prácticamente de escribir en el momento en que, al sosegarse mi delirio, me he convertido en la víctima de una modestia perniciosa, nefasta para esa febrilidad de la que emanan las intuiciones y las verdades.
Sólo puedo escribir cuando, habiéndome repentinamente abandonado el sentido del ridículo, me considero el comienzo y el fin de todo.
Escribir es una provocación, una visión afortunadamente falsa de la realidad que nos coloca por encima de lo que existe y de lo que nos parece existir.
Rivalizar con Dios, superarlo incluso mediante la sola virtud del lenguaje:
ésa es la hazaña del escritor, espécimen ambiguo, desgarrado y engreído que, liberado de su condición natural, se ha abandonado a un vértigo magnífico, desconcertante siempre, a veces odioso.
Nada más miserable que la palabra y sin embargo a través de ella uno se eleva a sensaciones de dicha, a una dilatación última en la que uno se halla totalmente solo, sin el menor sentimiento de opresión.
¡Lo supremo alcanzado mediante el vocablo, mediante el símbolo mismo de la fragilidad!
Pero lo supremo se puede también alcanzar, curiosamente, a través de la ironía, a condición de que ésta, llegando hasta el extremo de su obra de demolición, dispense escalofríos de un dios autodestructor.
Las palabras como agentes de un éxtasis al revés...
Todo lo que es verdaderamente intenso participa del paraíso y del infierno, con la diferencia de que el primero sólo podemos entreverlo, mientras que el segundo tenemos la suerte de percibirlo y, más aún, de sentirlo.
Existe una ventaja más notable aún, de la que el escritor posee el monopolio, la de poder desembarazarse de sus peligros.
Sin la facultad de emborronar páginas, me pregunto qué hubiera sido de mí. Escribir es deshacerse de nuestros remordimientos y de nuestros rencores, es vomitar nuestros secretos.
El escritor es un desequilibrado que utiliza esas ficciones que son las palabras para curarse. ¡Cuántos malestares, cuántos arrebatos siniestros no he superado yo gracias a ese remedio insustancial!
Escribir es un vicio del que puede uno cansarse. A decir verdad, yo escribo cada vez menos, y acabaré sin duda por dejar de escribir totalmente, pues he dejado de encontrar el menor encanto a ese combate con los demás y conmigo mismo.
Cuando se aborda un tema, sea cual sea, se experimenta un sentimiento de plenitud, acompañado de una pizca de altivez.
Fenómeno más extraño aún: esa sensación de superioridad cuando se evoca una figura que se admira. En medio de una frase, ¡con qué facilidad se cree uno el centro del mundo!
Escribir y venerar se dan juntos: quiérase o no, hablar de Dios es mirarle desde arriba.
La escritura es la revancha de la criatura y su respuesta a una Creación chapucera.
CIORAN

MONSIEUR G