Un milagro corriente: que se produzcan tantos milagros corrientes.
Un milagro ordinario: el ladrido de los perros invisibles en el silencio de la noche.
Un milagro del montón: una nube menuda y ligera, capaz de tapar la luna llena y compacta.
Muchos milagros en uno: un aliso que se refleja en el agua y que se vea invertido de izquierda a derecha y que crezca allá con la copa hacia abajo y que no llegue al fondo pese a la poca profundidad del agua.
Un milagro cotidiano: vientos de ligeros a moderados, borrascas en plena tormenta.
Un milagro cualquiera: las vacas son vacas.
Otro milagro, quiérase o no: este huerto y sólo éste, de esta pepita y sólo de ésta.
Un milagro sin frac ni sombrero de copa: palomas blancas en desbandada.
Milagro, porque cómo llamarlo si no: hoy el sol ha salido a las tres catorce y se pondrá a las veinte cero uno.
Un milagro que no sorprende lo debido: una mano tiene menos de seis dedos, pero tiene más de cuatro.
Un milagro, y basta con abrir bien los ojos: el mundo omnipresente.
Un milagro tan adicional como adicional es todo: lo impensable se puede pensar.
De Hombres en el puente (1986) en Paisaje con grano de arena (antología 1957-1993) Traducción: Jerzy Sławomirski y Ana María Moix
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