El lector ha venido a este lugar porque allá no tenía ninguna clase de vida.
Anthony Trollope dijo que había leído La pradera de Fenimore Cooper por lo menos tres docenas de veces.
¿Qué sucedió?. Es la vida lo que sucedió; y soy viejo.
Dijo Louis Aragón.
A pesar de décadas de autoanálisis, Freud siempre sintió tanto temor a perder los trenes que llegaba a la estación hasta una hora antes del horario de partida.
Monet, de visita en Londres:
¿Esta cosa marrón? ¿Esto es Turner?
¿Muchísimos libros, quiere decir supuestamente el Lector ?
De niño, Tennyson podía recitar las ciento tres odas de Horacio de memoria.
Montaigne afirmaba saberlas, así como el resto de las obras de Horacio.
Una vez un vecino se encontró a William Blake y a su mujer Catherine leyendo en voz alta el Paraiso perdido en el jardín de la casa donde vivían. Sentados y desnudos.
Rosini usaba peluca. Cuando hacía frío a veces usaba dos.
Je crois entendre encore.
Boris Pasternak admiraba tanto a Rilke que llevó dos cartas suyas en la billetera durante décadas.
La lámpara de Flaubert ardía con tanta regularidad en su estudio de Croisset durante la noche que los pilotos en el Sena podían usarla como orientación.
LA SOLEDAD DEL LECTOR
DAVID MARKSON
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