Somos compasivos con alguien porque creemos que le debemos algo, y en este caso la compasión es casi como la justicia. O somos compasivos aunque no creemos deber nada, pero entonces, desde el momento del acto de compasión, sentimos que adquirimos un mérito, un saldo acreedor de virtud. La compasión, si se puede hablar de ella, se referiría a algo que no tiene que ver ni con la justicia ni con la virtud. Lo que querríamos que pudiese ser la compasión, según Sánchez Ferlosio: "Algo que tuviese doble y bilateralmente la felicidad de lo gratuito, o sea que se pareciese a lo sentido en raras y singulares experiencias, ese placer plenamente carnal y corporal de arreglarle el embozo de la sábana a un niño recién acostado, ese estremecimiento de regusto que le recorre a uno toda la epidermis por simpatesis con el placer del niño.(…) El animal que lame las heridas de otro no está haciendo justicia ni ejerciendo una virtud, porque ni salda una deuda ni se acredita un mérito. Lo que la siempre frustrada y siempre reincidente compasión humana añora es el limpio calor de la animalidad". DIARIOS IÑAKI URIARTE
No hay comentarios:
Publicar un comentario