LA ARAÑA. FILOSOFÍA Y PERSPECTIVA
Me parece a mi que la araña no ha tenido la atención filosófica que se merece, sobre todo si tenemos en cuenta que en la mitología griega la vanidosa Aracne retó a Atenea, la diosa de la razón, nacida de la mismísima cabeza de Zeus, a ver cuál de las dos era mejor tejedora. Este mito, como la mayoría de los mitos griegos, presenta varias variantes. En una de ellas, Atenea transforma a Aracne en araña para castigar su desmedida vanidad, pero en otra el castigo tiene motivaciones muy poco nobles: Aracne habría demostrado ser más diestra que la diosa y ésta, despechada, destrozó su obra y la condenó, metamorfoseada en araña, a tejer por el resto de los tiempos.
Algo vería Spinoza en el comportamiento de las arañas cuando sentía tanta atracción por ellas. ¿Quizás el símbolo del poder de la divina naturaleza? No lo sé, pero lo cierto es que Colerus, su biógrafo refiere que las buscaba para hacerlas luchar entre sí y enganchaba moscas en las telarañas para disfrutar con el festín arácnido. Disfrutaba con estas cosas y lo hacía de manera estentórea, a carcajada limpia.
Gilles Deleuze comenta varias veces a lo largo de su obra esta conducta, poniéndola en relación con lo que escribió Spinoza en la tercera parte de la Ética a propósito de los afectos de los animales y su diferencia con los humanos: De la misma manera que los peces no esperan ningún premio por nadar bien, los humanos deberíamos realizar nuestra esencia humana y vivir de acuerdo con ella, sin depositar nuestras esperanzas en premios futuros.
“Los animales –comenta Deleuze en "Spinoza. Filosofía práctica"- nos enseñan al menos el carácter irreductiblemente exterior de la muerte. No la llevan en sí mismos, aunque se la den necesariamente los unos a los otros; se trata de la muerte como "mal encuentro inevitable en el orden de las existencias naturales. Pero ellos no han inventado todavía esa muerte interior, este sado-masoquismo del esclavo-tirano”.
En un plano muy distinto, Francis Bacon, compara la labor de la araña con la de la hormiga y la abeja en su Novum organum para ejemplificar la superioridad del método filosófico que él propugna:
"Quienes se han ocupado hasta ahora de las ciencias han sido empiristas o racionalistas. Los empiristas, a la manera de las hormigas, se conforman con reunir y utilizar lo reunido; los racionalistas, a la manera de las arañas, tejen las telas a partir de su propia substancia; pero el método de la abeja es el mejor: recoge su materia de las flores de los jardines y los campos, pero la transforma y la digiere por una facultad que les es propia".
En Sobre verdad y mentira en sentido extramoral Nietzsche parece tener presente el anterior texto de Bacon:
"Habría que admirar aquí al hombre como un poderoso genio de la arquitectura, que ha tenido éxito en erigir, sobre fundamentos movedizos y, en cierto modo, sobre el agua fluyente, un domo conceptual infinitamente complicado; ciertamente, para hallar apoyo sobre tales fundamentos, la construcción debe ser como una tela de araña, tan delicada y flexible para no ser arrastrada por la ola, tan firme para no ser llevada por el hálito de cualquier viento. Como genio de la arquitectura, elévase el hombre bastante por sobre la abeja: ésta construye con cera, que recolecta en la naturaleza, aquél con la materia mucho más frágil de los conceptos, que antes debe fabricar y extraer de sí mismo. Se le ha de admirar mucho por esto, pero no por su instinto de verdad, de conocimiento puro de las cosas".
En diferentes lugares de su obra Nietzsche remarca que “estamos en nuestra tela de araña, y sea lo que sea lo que cacemos, no podrá ser nunca más que aquello que se deje enredar en la tela”. De aquí extraerá Ortega la intuición que pondrá en marcha su perspectivismo.
En “El ocaso de los ídolos” Nietzsche trata a Kant de "Araña Trepadora Oportunista". En esta misma obra se lamenta de que la humanidad haya tomado en serio “las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de telarañas”. Y con esta lindeza se refiere a todos los metafísicos.
GREGORIO LURI
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