La arena, tan desnuda y tan desamparada,
tan acosada,
nunca embustera, ágil.
con su sumisa libertad sin luto,
me está lavando ahora.
La vanagloria oscura de la piedra
héla aquí entre la yema
de mis dedos,
con el susurro de su despedida
y con su olor a ala tempranera.
Vuela tú, vuela
pequeña arena mía,
canta en mi cuerpo, en cada poro, entra
en mi vida, por favor, ahora que necesito
tu cadencia, ya muy latiendo en luz,
con el misterio de la melodía
de tu serenidad,
de tu honda ternura.
CLAUDIO RODRIGUEZ
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