sábado, 9 de enero de 2010

EL BUEN RUMIANTE


«(…) según Nietzsche, hay dos tipos de rumiantes: los que rumian sin cesar, pero sin lograr digerir (caso del hombre del resentimiento), y los que rumian y digieren (caso del hombre dionisíaco). Malos y buenos rumiantes. Generalmente se interpreta así: el mal rumiante no tiene acceso a la dicha porque está atado al pensamiento de la desdicha, mientras que el buen rumiante accede a la dicha porque supera el pensamiento de la desdicha, porque logra digerirla. Pero no es eso lo que exactamente lo que piensa Nietzsche en materia de rumia. Mirándolo más de cerca, el reparto de los papeles es bastante diferente: el buen rumiante tiene acceso a la vez a la dicha y a la desdicha, mientras que el destino del mal rumiante radica en no tener acceso ni a la una ni a la otra, pues ignora la dicha porque no logra digerir la desdicha, pero ignora también la desdicha precisamente porque no logra digerir su pensamiento. El hombre dichoso tiene acceso a todo, y en especial al conocimiento de la desdicha; el hombre desdichado no tiene acceso a nada, ni siquiera al conocimiento de su propia desdicha. Del mismo modo que el pensamiento de la vida incluye el pensamiento de la muerte, así también, en general, el pensamiento de la dicha –la beatitud- implica un profundo e inigualable conocimiento de la desdicha (…)»

Clément Rosset. La Fuerza Mayor, Notas sobre Nietzsche y Cioran. Acuarela Editorial, año 2000, pág. 51. Traducción de Rafael del Hierro.

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