El uno se arrodilla dulcemente el dos tiene las trenzas de papel, el tres llena de plata los triángulos, el cuatro no solloza, el cinco no devora el Firmamento, el seis no dice nada a las serpientes, el siete se recoge en las miradas, el ocho tiene casas y ciudades, el nueve canta a veces con voz triste, el diez abre sus ojos en el mar, el once sabe música, el doce alienta lámparas, el trece vive sólo en los desvanes, el catorce suplica, el quince llama y grita, el dieciséis escucha, el diecisiete busca, el dieciocho quema, el diecinueve sube, el veinte vuela ardiendo por el aire, el veintiuno cae, el veintidós espera, el veintitrés adora los vestidos, el veinticuatro sabe matemáticas, el veinticinco magia, el veintiséis amor, el veintisiete guerra, el veintiocho estrellas, el veintinueve luna, el treinta tiene garras de cerezo, el treinta y uno flota, el treinta y dos destruye los anillos, el treinta y tres anula los espacios, el treinta y cuatro ruge, el treinta y cinco vive lejos, el treinta y seis conoce la amargura, el treinta y siete fulge, el treinta y ocho baja, el treinta y nueve quiebra torres, el cuarenta se expresa, pero el cuarenta y uno tiene páginas, donde el cuarenta y dos halla su espejo, donde el cuarenta y tres se desmenuza, en el cuarenta y cuatro anidan tigres, en el cuarenta y cinco monumentos, en el cuarenta y seis hay una espiga, en el cuarenta y siete distracciones, detrás vienen cuarenta y ocho pensamientos, cuarenta y nueve signos, cincuenta cruces, cincuenta y una lágrimas, cincuenta y dos mujeres, cincuenta y tres desiertos, cincuenta y cuatro pianos, para cincuenta y cinco partituras, para cincuenta y seis sonidos, cincuenta y siete soles, cincuenta y ocho perlas, cincuenta y nueve bocas, sesenta muertes, sesenta y una llagas, sesenta y dos pirámides, sesenta y tres adioses, sesenta y cuatro diccionarios, sesenta y cinco sentimientos, sesenta y seis recuerdos, sesenta y siete flores. JUAN EDUARDO CIRLOT
¿Qué haremos para estimularnos cuando estemos fatigados y cansados de nosotros mismos? Unos recomiendan la mesa de juegos, otros el cristianismo, otros la electricidad. Pero lo mejor, mi querido melancólico, es "dormir mucho", en el sentido propio y figurado. Así terminaremos por tener de nuevo nuestra mañana. Un alarde en la sabiduría de la vida es saber intercalar a tiempo el sueño bajo todas sus formas.
Me acuerdo de que, cuando yo era niño, no quería ver la primera película de Truffaut porqué pensé que pegaban muchísimo a su protagonista: habían traducido Les quatre cents coups, que quiere decir "hacer las mil y una", por el literal, sádico e irremediable Los cuatrocientos golpes. Me acuerdo de que en mi adolescencia todo eran dualidades irreconciliables. Keaton frente a Chaplin y siempre Truffaut antes que Godard. Truffaut era mi hermano mayor y Godard el listillo de la clase. Me acuerdo de cuando dijimos "Teníamos razón!" después de leer en una sola noche, El cine según Hitchcock en la edición de Alianza. Me acuerdo de cómo odiamos a Jeanne Moreau en La novia vestida de negro después de habernos enamorado de ella en Jules et Jim. Me acuerdo de que en Besos robados descubrimos a Trenet y aprendimos a untar las tostadas sin que se rompieran, y a hacer una cama lanzándose sobre ella. Me acuerdo de cómo abucheaban en el cine la escena en la que Jean Pierre Léaud repite incansablemente " Antoine Doinel " ante el espejo. Me acuerdo de que corrimos a ver Le trou porque Truffaut adoraba a Jacques Becquer, de quien entonces no sabíamos absolutamente nada. Me acuerdo de aquella tarde de primavera en que Javier Castro y yo vimos tres veces seguidas La noche americana en el Coliseum, perdidamente enamorados de Jacqueline Bisset. Me acuerdo de François Truffaut. JUEGOS REUNIDOS MARCOS ORDÓÑEZ Libros del Asteroide
"Abajo con el naturalismo, el impresionismo y el cubismo realista! Cedamos a nuestra locura! Es necesario un baño de sangre purificante, una revoluciónn de lo hondo, no de la superficie". Marc Chagall.
" Vivía en el sexto, alejado de los apartamentos. No cantaba, no me reía, por educación, porque no trabajo. Un hombre como yo, que no trabaja, que no quiere trabajar, siempre será odiado. Yo era, en aquella casa de obreros, el loco, cuando en el fondo, todos hubieran querido serlo. Yo era el único que se privaba de carne, de cine, de ropa, a cambio de ser libre. Yo era el único que, sin pretenderlo, recordaba todos los días a la gente su condición de miserable. No me han perdonado ser libre y no temer la miseria. " EMMANUEL JOVE