jueves, 5 de noviembre de 2015

EL MAYORDOMO QUE LEÍA A SPINOZA




-Buenos días, buenos días dije-. Desearía un libro.
Desde luego, hubiera debido saber que es tonto pretender comprar un libro cuando se va a una librería.
Sólo se consigue sorprender y asombrar al propietario. El apolillado librero que había avanzado para servirme, se puso en acción.
¿Un libro, señor? -dijo, con mal disimulado asombro.
Spinoza- contesté, especificando.
Esto lo hizo tambalearse.
¿Ha dicho usted Spinoza, señor?
Spinoza he dicho.
Parecía tener la sensación de que si seguíamos hablando de aquello el tiempo suficiente, de hombre a hombre, podríamos, finalmente, llegar a un acuerdo.
-¿No querrá usted decir La espina roja?
-No.
-No sería El alfiler envenenado ?
-No.
-¿O bien Con el fusil y la cámara a través del desconocido Borneo? -preguntó, probando un tiro largo.
-Spinoza- repetí con firmeza. Era mi misión, y pensaba aferrarme a ella.
Suspiró un poco, como el hombre que siente que la situación ha ido demasiado lejos para él.
-Veré si lo tenemos en el almacén, señor. Pero quizá sea esto lo que usted pide. Dicen que está muy bien.
Se alejó repitiendo "Spinoza" entre dientes de manera desolada, dejando en mi poder una cosa llamada La hoja espinosa.
P.G. WODEHOUSE

JÚBILO MATINAL

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