lunes, 28 de abril de 2014

miércoles, 23 de abril de 2014

TRAS LOS PASOS DE SPINOZA


LA FUENTE DE LA TRANQUILA CERTEZA


FÚTBOL




FÚTBOL
(Toledo,1978)
A nadie le digo mi nombre argentino. Viajo en un Cadillac robado.
Del hotel donde vivo conozco la forma de salir sin ser visto.
Veo al mundo como un enredo, una maraña, un ovillo.
Me gusta esa gran verdad que dicen las mentiras.
Soy una embustera que enreda con sus embustes.
Vivo a dos pasos de la Sinagoga del Tránsito.
Soy embustera pero juro que es verdad que cuando ganamos el Mundial
fuimos a ver al abuelo para decirle que habíamos derrotado a los holandeses.
Pero el abuelo es judío, es ciego, es español.
No puedo creeros, dijo.
Que yo sepa, nosotros nunca vencimos a Spinoza,
nunca hemos vencido al sabio de Amsterdam.

HIJOS SIN HIJOS

ENRIQUE VILA-MATAS

lunes, 21 de abril de 2014

DÍAS DE HUÍDA








PASAJES DE SAN JUAN














ELOCUENCIA DEL OLOR



Muchos lectores sólo saben de Proust lo de la magdalena, y es probable que no lo lean jamás. Pero también ellos debieran saber que en ese pasaje de la más aparente trivialidad, Proust analiza por primera vez un universal: un olor trae un mundo. Se trata de un rasgo esencial de los mecanismos de la memoria humana, que opera con más rapidez y precisión que cualquier deducción lógica. 

En la Oratoria de Quintiliano hay una frase famosa donde contrapone el hablar rústico y el urbano: verba omnia et vox huius alumnus urbis oleant "que todas las palabras y su acento recuerden al hijo de la ciudad". O sea, que suenen, anuncien, traigan a la memoria la forma de hablar urbana. Pero notemos que Quintiliano dice que las palabras y el acento “huelan”. Las acepciones de oleo (“oler”) con sentido intelectual, o sea proustiano avant lui son muy reveladoras: adivinar, indagar, desenterrar un tesoro, recordar. El vasco tomó del latín ese sentido figurado de recordar vinculado al olfato (olui, olitu > oroitu). La ecuación entre olor e indagación también es patente en checo antiguo, donde jadati (literalmente “oler”) significa “buscar”.

Una semántica histórica demostraría que esa ecuación no sólo existió en indoeuropeo, sino que también se renueva sin cesar. Por ejemplo, el griego osmé(olor) que pasó del bizantino al latín tardío, y cuya acepción indagatoria está presente en todos los romances: husmear, osma, humer, ormare, osmer, usmar, urmà… y también en vasco usnatu, somatu, susmatu… Lo que Proust llama à la recherche, se decía a la osma (al acecho, en busca, venteando el rastro) en romance navarro. 
 
Cuando decimos “evocar una atmósfera”, apelamos al mismo mecanismo intelectual que (de)construye olores. A la hora de descifrar y asociar olores, nuestro cerebro opera de manera mucho más rápida, precisa y honda en nuestro ánimo que el entendimiento hablante. Por eso hay un mérito específico en Proust, cuando muestra la complejidad de lo nimio y aplica la morosidad literaria a un fenómeno instantáneo y crucial de la memoria que, en sí, se sustrae a la fijación verbal, porque es anterior y más “natural” que el habla.


EDUARDO GIL BERA