martes, 30 de septiembre de 2014

LOS AFECTOS




Definiciones de los afectos, parte tercera de la Ética.

XII. La esperanza es una alegría inconstante, que brota de la idea de una cosa futura o pretérita, de cuya efectividad dudamos de algún modo.

XIII. El miedo es una tristeza inconstante, que brota de la idea de una cosa futura o pretérita, de cuya efectividad dudamos de algún modo.

Explicación: De estas definiciones se sigue que no hay esperanza sin miedo, ni miedo sin esperanza.

SPINOZA


 " Si terminas de esperar, terminarás también de temer". Puedes decirme: ¿Cómo es que cosas tan dispares pueden ir de lado? Así es, querido Lucilio; con todo y parecer divergentes, van juntas. Tal como la misma cadena ata al preso al soldado, así vemos que estas cosas tan dispares caminan la una en pos de la otra: el temor sigue a la esperanza. No me maravilla que sea de este modo, ya que ambas son propias de un alma carente de resolución, angustiada ante el porvenir. La causa principal de aquellos dos sentimientos es que no sabemos acomodarnos a las circunstancias presentes.

SÉNECA, Cartas morales a Lucilio.

Y EN EL VIENTO EL PENSAMIENTO








UN HÁBIL DESTILADOR


LECTURAS VOLANDERAS


LA BARANDILLA DEL VIEJO PUENTE INTERNACIONAL


DE ARÁCNIDOS Y DE FILÓSOFOS




LA ARAÑA. FILOSOFÍA Y PERSPECTIVA

Me parece a mi que la araña no ha tenido la atención filosófica que se merece, sobre todo si tenemos en cuenta que en la mitología griega la vanidosa Aracne retó a Atenea, la diosa de la razón, nacida de la mismísima cabeza de Zeus, a ver cuál de las dos era mejor tejedora. Este mito, como la mayoría de los mitos griegos, presenta varias variantes. En una de ellas, Atenea transforma a Aracne en araña para castigar su desmedida vanidad, pero en otra el castigo tiene motivaciones muy poco nobles: Aracne habría demostrado ser más diestra que la diosa y ésta, despechada, destrozó su obra y la condenó, metamorfoseada en araña, a tejer por el resto de los tiempos.

Algo vería Spinoza en el comportamiento de las arañas cuando sentía tanta atracción por ellas. ¿Quizás el símbolo del poder de la divina naturaleza? No lo sé, pero lo cierto es que Colerus, su biógrafo refiere que las buscaba para hacerlas luchar entre sí y enganchaba moscas en las telarañas para disfrutar con el festín arácnido. Disfrutaba con estas cosas y lo hacía de manera estentórea, a carcajada limpia.


Gilles Deleuze comenta varias veces a lo largo de su obra esta conducta, poniéndola en relación con lo que escribió Spinoza en la tercera parte de la Ética a propósito de los afectos de los animales y su diferencia con los humanos: De la misma manera que los peces no esperan ningún premio por nadar bien, los humanos deberíamos realizar nuestra esencia humana y vivir de acuerdo con ella, sin depositar nuestras esperanzas en premios futuros.


“Los animales –comenta Deleuze en "Spinoza. Filosofía práctica"- nos enseñan al menos el carácter irreductiblemente exterior de la muerte. No la llevan en sí mismos, aunque se la den necesariamente los unos a los otros; se trata de la muerte como "mal encuentro inevitable en el orden de las existencias naturales. Pero ellos no han inventado todavía esa muerte interior, este sado-masoquismo del esclavo-tirano”.

En un plano muy distinto, Francis Bacon, compara la labor de la araña con la de la hormiga y la abeja en su Novum organum para ejemplificar la superioridad del método filosófico que él propugna:


"Quienes se han ocupado hasta ahora de las ciencias han sido empiristas o racionalistas. Los empiristas, a la manera de las hormigas, se conforman con reunir y utilizar lo reunido; los racionalistas, a la manera de las arañas, tejen las telas a partir de su propia substancia; pero el método de la abeja es el mejor: recoge su materia de las flores de los jardines y los campos, pero la transforma y la digiere por una facultad que les es propia".


En Sobre verdad y mentira en sentido extramoral Nietzsche parece tener presente el anterior texto de Bacon:

"Habría que admirar aquí al hombre como un poderoso genio de la arquitectura, que ha tenido éxito en erigir, sobre fundamentos movedizos y, en cierto modo, sobre el agua fluyente, un domo conceptual infinitamente complicado; ciertamente, para hallar apoyo sobre tales fundamentos, la construcción debe ser como una tela de araña, tan delicada y flexible para no ser arrastrada por la ola, tan firme para no ser llevada por el hálito de cualquier viento. Como genio de la arquitectura, elévase el hombre bastante por sobre la abeja: ésta construye con cera, que recolecta en la naturaleza, aquél con la materia mucho más frágil de los conceptos, que antes debe fabricar y extraer de sí mismo. Se le ha de admirar mucho por esto, pero no por su instinto de verdad, de conocimiento puro de las cosas".

En diferentes lugares de su obra Nietzsche remarca que “estamos en nuestra tela de araña, y sea lo que sea lo que cacemos, no podrá ser nunca más que aquello que se deje enredar en la tela”. De aquí extraerá Ortega la intuición que pondrá en marcha su perspectivismo.

 En “El ocaso de los ídolos” Nietzsche trata a Kant de "Araña Trepadora Oportunista". En esta misma obra se lamenta de que la humanidad haya tomado en serio “las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de telarañas”. Y con esta lindeza se refiere a todos los metafísicos.

GREGORIO LURI


lunes, 29 de septiembre de 2014

O FUTURO PARECE CERTO







O futuro parece certo
certo
que prosseguirá
sem nós.
O futuro parece certo
que prosseguirá
prosseguirá
O futuro parece
que prosseguirá
o futuro certo
parece certo
prosseguirá
sem nós.”
– últimas palavras do personagem de Walter Benjamin na ópera Shadowtime, de Brian Ferneyhough, com libreto de Charles Bernstein .

CUANDO MUERE SEPTIEMBRE TIEMBLO LIGERAMENTE








CANCIONES DE LOS ÁNGELES



Canciones de los ángeles

No he soltado a mi ángel mucho tiempo,
y se me ha vuelto pobre entre los brazos,
se hizo pequeño, y yo me hacía grande:
de repente yo fui la compasión;
y él, solamente. un ruego tembloroso.

Le .di su cielo entonces: me dejó
él lo cercano, de que él se marchaba;
a cernerse aprendió. yo aprendí vida,
y nos reconocimos . lentamente...

Aunque mi ángel no tiene ya deber,
por mi día más fuerte desplazado,
baja a veces su rostro con nostalgia,
como si no quisiera ya su cielo.

Querría alzar de nuevo, de mis pobres
días, sobre las cimas de los bosques
rumorosos, mis pálidas plegarias
basta la patria de los querubines.

Allí llevó mi llanto originario
y pensamientos; y mis diminutos
dolores se volvieron allí bosques
que susurran sobre él...

Sí algún día, en las tierras de la vida,
entre el ruido de feria y de mercado,
la palidez olvido de mi infancia
florecida, y olvido el primer ángel,
su bondad, sus ropajes y sus manos
en oración, su mano bendiciendo;
conservaré en mis sueños más secretos
siempre el plegarse de esas alas,
que como un ciprés blanco
quedaban detrás de él...

Sus manos se quedaron como ciegos
pájaros que, engañados por el sol,
cuando, sobre las olas, los demás
se fueron a perennes primaveras,
han de afrontar los vientos invernales
en los tilos vacíos, sin follaje.

Había en sus mejillas la vergüenza
de las novias, que el espanto del alma
tapan con púrpuras oscuras
ante el esposo.

Y en los ojos había
resplandor del primer día:
pero sobre todo
descollaban las alas portadoras...

Había expectación en la llanura
por un huésped que no acudió jamás:
aún pregunta tal vez el jardín trémulo:
su sonrisa después se vuelve inválida.

Y por los barrizales aburridos
se empobrece en la tarde la alameda,
las manzanas se angustian en las ramas
y les hacen sufrir todos los vientos.

Es donde están las últimas cabañas
y casas nuevas que, con pecho angosto,
se asoman estrujadas, entre andamios miedosos,
quieren saber dónde empieza el campo.

Allí la primavera siempre es pálida, a medias,
el verano es febril tras esas tablas:
enferman los ciruelos y los niños,
y tan sólo el otoño allí tiene algo

de remoto y conciliador: a veces
son sus tardes de suave derretirse:
dormitan las ovejas, y el pastor con zamarra
se apoya, oscuro, en la última farola.

Alguna vez ocurre en la honda noche
que se despierta el viento, como un niño,
y pasa la alameda, solitario,
quedo, quedo, llegando hasta la aldea.

Y a tientas va marchando hasta el estanque
y se para después a oír en torno:
y las casas están pálidas todas
y las encinas mudas...
Versión de Adrian Kovacsics

RILKE

LA INFANCIA INVENTADA


MIGUEL DE MIEL


FRANÇOISE DE NANTES


sábado, 27 de septiembre de 2014

LA INMENSIDAD ÍNTIMA




"El mundo es grande, pero en nosotros es profundo como el mar "
RILKE

LAS HORAS PASAJERAS














¿Por qué no hicimos durar las horas pasajeras?

HABITO LA TRANQUILIDAD DE LAS HOJAS