miércoles, 28 de enero de 2015

IL LIBRO DELLA MIA MEMORIA




El recuerdo de la primera vez que se ha leído un libro amado se mezcla extrañamente con el recuerdo del lugar y el recuerdo de la hora y de la luz. Hoy, como entonces, la página se me aparece a través de una bruma verdosa de diciembre, o resplandeciente bajo el sol de junio, y cerca de ella, queridas figuras de objetos y de muebles que ya no están. Así como tras haber observado largamente una ventana se vuelve a ver, cerrando los ojos, su espectro transparente con cuadrículas negras, del mismo modo la hoja atravesada por sus líneas se ilumina en la memoria con su antigua claridad. El olor también es evocador. El primer libro que tuve me lo trajo de Inglaterra mi gobernanta. Tenía cuatro años. Recuerdo claramente su actitud y los pliegues de su vestido, una mesa de trabajo ubicada frente a la ventana, el libro con cobertura roja, nueva, brillante, y el olor penetrante que exhalaban sus páginas: un olor acre de creosota y de tinta fresca que los libros ingleses recientemente impresos conservan por mucho tiempo. De ese libro hablaré más adelante: con él aprendí a leer. Pero su olor me provoca aún hoy el escalofrío de un nuevo mundo vislumbrado y el hambre de la inteligencia. Aún hoy no recibo un libro nuevo de Inglaterra sin sumergir mi cara entre sus páginas hasta el hilo que lo encuaderna, para inhalar su bruma y sus vapores y aspirar todo aquello que puede quedar de mi alegría de infancia.

Marcel Schwob
Il libro della mia memoria, 1905

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