sábado, 8 de marzo de 2014

LA PUREZA DE LA MUJER




—Estimada Fennimore, gracias a Dios no sabes lo que dices, pero eres muy injusta con las mujeres, contigo misma. Yo sí creo en la pureza de la mujer.
—La pureza de la mujer, ¿a qué te refieres con la pureza de la mujer?
—Quiero decir... sí...
—Quieres decir, yo te diré lo que quieres decir. Nada, no quieres decir nada, pues esa es una de esas delicadezas absurdas. Una mujer no puede ser pura, no tiene por qué, ¿cómo iba a poder serlo? ¿Qué es toda esa desnaturalización? ¿Acaso la mujer está destinada a serlo por la mano de Dios nuestro Señor? ¡Contéstame! No, y diez mil veces no. ¿Qué tontería es esta? ¿Por qué pretendéis lanzarnos hacia las estrellas con una mano, cuando al fin y al cabo os veis obligados a bajarnos con la otra? ¿Por qué no podéis dejarnos caminar por la tierra a vuestro lado, hombro con hombro, y ya está? ¡Pero si resulta imposible dar un paso en firme en la prosa cuando nos cegáis con vuestros fuegos fatuos de poesía! ¡Dejadnos en paz, dejadnos en paz, por Dios!

Niels Lyhne
Jens Peter Jacobsen

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