viernes, 10 de enero de 2014

UN HOMBRE QUE DUERME




No es que odies a los hombres, ¿por qué habrías de odiarlos? ¿Por qué habrías de odiarte?
 ¡Tan sólo desearías que pertenecer a la especie humana no fuera acompañado de este insoportable estrépito, que esos pocos pasos irrisorios que hemos dado dentro del reino animal no se pagasen con esta perpetua indigestión de palabras, de proyectos, de grandes comienzos!
 Pero es un precio demasiado alto por dos pulgares oponibles, por la posición erecta, por la imperfecta rotación de la cabeza sobre los hombros: ¡esta caldera, este horno, esta parrilla caliente que es la vida, estos millones de conminaciones, de incitaciones, de advertencias, de exaltaciones, de desesperaciones, este baño de coacciones que no termina nunca, esta eterna máquina de producir, de triturar, de engullir, de triunfar sobre los obstáculos, de recomenzar una y otra vez, este dulce terror que se empeña en regir cada día, cada hora de tu pobre existencia.

GEORGES PEREC



No hay comentarios:

Publicar un comentario