martes, 26 de julio de 2011

LES RENCONTRES DES JOURS (II)


No cabe juzgar una acción en sí misma sin añadir esta variable, la intención. Un hombre es lo que hace, más la intención. O menos.

Cambiaba por completo de opinión pero nunca de estupidez.

¿Es realmente un progreso no atreverse a emplear ya más la palabra progreso, y preferir el término cambio? En todo caso es una precaución.

Los escritores no tienen más que una excusa, escribir los libros que desearían leer.

Curado de la esperanza del progreso, buscar acomodamientos con el desastre.

Estos inteligentes muy estúpidos, que lo comprenden todo, salvo que no comprenden nada de lo esencial.

Él no se ocupa de ser feliz sino de hacer creer que lo es.

Esta manía que tenemos de no dejar nunca de hacer pasado con el presente.

Si hay que despertar al dormido, ligera la mano en su hombro.

Haber preferido un placer a una ambición.

Tenemos los sueños que nos merecemos. La base de toda crítica.

Comparte mi opinión. Yo, no. Felizmente.

¿Quién ese desconocido en mí que clasifica y guarda mis recuerdos sin consultarme?

La muerte era para él una vieja desconocida.

Expresar con un estilo perfecto la irritante imperfección de la vida.

Desde que no espero nada sobreviene a cada instante aquello que no esperaba.

La vida nos ha tenido por sorpresa.

El infierno, no poder amar.

Ese ser imperfecto, como todos los seres, que me hace perfectamente feliz.

Él cree que ser grosero da fe de su independencia.

Tan bien educado, que imita la felicidad casi a la perfección.

Job no se queja. Canta.

Ni la virtud ni la virtú se decretan.

Conforme envejece añade más y más vinagre a su vino.

Una verdad muy modesta, que duda de tener razón.

No quisiera que el muerto en espera que soy arruinara en exceso el placer del viviente que me obstino en ser aún.

Transformar un dolor en axioma exacto, en música justa, en cicatriz alisada.

Soy pacifista hasta el punto de exhortarme constantemente a firmar la paz conmigo mismo.

La verdadera generosidad no perdona: olvida. Mejor aún: no se ha puesto en guardia.

No creo en aquello en lo que tú crees, pero te creo, creo en ti.

Mi gata me observa en ocasiones como observamos a un niño atolondrado y poco razonable.

Pertenecemos a la naturaleza por el cuerpo y al espíritu por la perplejidad.

El hombre que me tenía empleado me prometía un bello porvenir, lo que le facultaba a dejarme morir de hambre en el presente.

¿En qué círculo del infierno están los indiferentes?

Habría que tratar de no conceder demasiada realidad a la realidad. El mundo necesita imperiosamente que dudemos un poco de su existencia.

Hizo a su dios a su imagen, que es borrosa.

Una joven algo bruja, que amé en otro tiempo, como, para mi vergüenza, amé a veces la guerra.

Esos ancianos a los que he visto desear la muerte, y que han esperado largo tiempo a ver satisfecho su deseo… esto es también la verdad de la vida.

El encanto, al envejecer, de amar a las muchachas con perfecto desinterés.

La felicidad que experimentamos al saber que no poseemos lo que amamos.

El amor aguza la inteligencia al tiempo que da derecho a mostrarse tonto, infantil, risueño y juguetón en pareja.

La monotonía maravillosamente variable del amor.

Escribir para demostrar es aburrido, escribir para mostrar es irrisorio: no habría que escribir sino para decir.

CLAUDE ROY

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