lunes, 27 de septiembre de 2010

USTED




Hablarle a Usted de usted es ya osar una paridad que no puede ser más que irónica, es más, una pulla de trivium, una desvencijada carcajada de taberna.
Si yo le he hablado a Usted de usted, quiere decir que me finjo de grado par; pero puesto que para fingirme de grado par debo realizar un gesto prepotente,
eso quiere decir que, para hablar de usted, con minúscula, debo actuar con brutalidad, y por lo tanto ser superior a quien por lo demás declaro, con esa argucia pronominal, mi par.
De un modo u otro, yo me propongo como rebelde; pero ya se entiende que la rebelión de un bufón es precisamente la rebelión de un bufón, una pulla.
Y por lo tanto, estoy seguro de que en el momento mismo en el que me he dirigido a aquel cuyas facciones se me confunden ante los ojos, usando el "usted", con minúscula,
estoy seguro, digo, de que aquél se habrá despanzurrado de la risa; entreviendo toda una fábula de comicios y tumultos, de gritos y de picas, una burlesca ficción de matanzas igualitarias.
Y por lo tanto, en el preciso momento en el que afronto a aquél con el pronombre minúsculo, empiezo yo la recíproca transformación de ambos en un papel ceremonial, no de mera etiqueta.
El "usted" es la primera invención del tirano. Pero no basta: usted, tirano mío, habrá advertido que yo, en ocasiones, del usted me deslizo hasta el "tú".
Es más, puedo decir, bufonescamente, que yo hablo de tú a usted, y a ti de usted. En efecto, si a ti te hablo de usted, eso quiere decir que finjo ser tu par, en un momento en el que soy inferior (sólo los inferiores se rebelan) y superior (los rebeldes usan la fuerza y superan por lo tanto a los superiores).
Sin embargo, realizada esa socarrona revolución, sólo puedo, considerándote un "usted", hablarte de tú: un tú que estaba oculto bajo el usted.
Y este es un primer "tú", un tú burlesco que nace de la comedia de mi rebelión; la cual, casi no hace falta decirlo, no dejaba de ser una concordada estupidez, una pulla que tú no sólo te esperabas, sino que pretendías.
Pero más allá del tú que subyace al usted, hay un tú que pertenece a otra convención, y que ahora usaré, creo, en cualquier caso.
En verdad, este segundo, a su manera definitivo tú, me es misterioso, y no puedo más que juguetear en torno a él, ya que comprenderlo del todo no creo que sea posible, o acaso solamente no sea lícito.
Tal vez ese "tú" nazca del hecho de que, en sustancia, no hay nadie a nuestro alrededor; y a fin de cuentas tú y yo trazamos una hipótesis de sociedad, una sociedad que no existe, utópica integralmente, es decir, que no posee lugar alguno.
Pero me parece un juego plano, pobre. Pienso en otras cosas, que me divierten: el tú es un continuado insulto que es además la única forma con la que puedo tocarte, ya se sabe que el bufón un cierto derecho de tocar al tirano sí tiene,
le toca una cuota de impiedad, de jocunda, irrespetuosa confianza; así pues, yo a ti te hablo de tú, porque así continuamente te falto al respeto, pero al mismo tiempo te manumito; y tú a mí ¿cómo te dirigirás? ¿Usarás el tú?
Es posible, pero no estoy seguro. Por ejemplo, podrías usar el usted, es más, el Usted, precisamente para acentuar esa insolencia que a ti, hombre con sentido del humor, divierte sobremanera
. Podrías valerte del usted, con minúscula, porque podrías fingir que no adviertes mi arrogancia;
o hablarme de tú, pero para humillarme, para hacerme comprender que en verdad yo no puedo tocarte, a no ser cuando, tocándome con tus álapas, tú mismo me tocas.
No cabe duda de que mi tú pertenece a la categoría de la pulla, pulla fea, villana, mordaz, iracunda; y los pronombres que tú uses serán todos pronombres de la insolencia, de la irritación (pero ya ves cómo van las cosas entre nosotros dos;
que tú, usando cualesquiera pronombres, entras en el juego que para tu entretenimiento yo mismo pongo en práctica;
y por lo tanto, no sólo eres el tirano a quien sugiero una carcajada, sino que eres, si me entiendes, mi apoyo;
en resumen, no eres solamente aquel que ríe ante mis ocurrencias, sino aquel que propicia su eficacia, que se presta a hacer saltar mi acerada elegancia.
Si tú no colaboraras, yo sería un mediocre bufón; tú me eres necesario como tirano, pero el tirano no es sólo el destinatario de las ocurrencias,
sino el espacio, cómo podría decirlo, en cuyos confines las ocurrencias pueden sonar con su sonido más agudo.
Así pues, yo te hablaré de tú; y si de vez en cuando me sucede el mezclar el tú con el usted, con el Usted y acaso con el vos, este hermoso pronombre respetuosamente arcaico,
habrá que ver en cada ocasión una pulla, una argucia, y la razón oculta de una carcajada especialmente extravagante y al mismo tiempo rica; una hermosa carcajada.
Giorgio Manganelli,
Encomio del tirano, Siruela, Madrid, 2003.
Traducción de Carlos Gumpert.

No hay comentarios:

Publicar un comentario