sábado, 11 de septiembre de 2010

HONESTIDAD




Todos los sinvergüenzas que aspiran a chuparle la sangre al país y a venderlo a empresas extranjeras, todos los sinvergüenzas del pasado, el presente y el futuro, tuvieron la mala costumbre de hablar a la gente de su honestidad.
Ellos "eran honestos". "Ellos aspiraban a desempeñar una administración honesta".
Hablaron tanto de honestidad, que no había pulgada cuadrada en el suelo donde se quisiera escupir, que no se escupiera de paso a la honestidad.
Embaldosaron y empedraron a la ciudad de honestidad.
La palabra honestidad ha estado y está en la boca de cualquier atorrante que se para en el primer guardacantón y exclama que "el país necesita gente honesta".
No hay prontuariado con antecedentes de fiscal de mesa y de subsecretario de comité que no le hable de "honradez".
En definitiva, sobre el país se ha desatado tal catarata de honestidad, que ya no se encuentra un solo pillo auténtico. No hay malandríno que alardee de serlo. No hay ladrón que se enorgullezca de su profesión.
Y la gente, el público, harto de macanas, no quiere saber nada de conferencias.

Roberto Arlt - Aguafuertes porteñas, pag.176-177, Editorial Losada, Buenos Aires, 2002

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