viernes, 26 de febrero de 2016

QUERIDO FRANÇOIS




Me acuerdo de que, cuando yo era niño, no quería ver la primera película de Truffaut porqué pensé que pegaban muchísimo a su protagonista: habían traducido Les quatre cents coups, que quiere decir "hacer las mil y una", por el literal, sádico e irremediable Los cuatrocientos golpes.

Me acuerdo de que en mi adolescencia todo eran dualidades irreconciliables. Keaton frente a Chaplin y siempre Truffaut antes que Godard. Truffaut era mi hermano mayor y Godard el listillo de la clase.

Me acuerdo de cuando dijimos "Teníamos razón!" después de leer en una sola noche, El cine según Hitchcock en la edición de Alianza.

Me acuerdo de cómo odiamos a Jeanne Moreau en La novia vestida de negro después de habernos enamorado de ella en Jules et Jim.

Me acuerdo de que en Besos robados descubrimos a Trenet y aprendimos a untar las tostadas sin que se rompieran, y a hacer una cama lanzándose sobre ella.

Me acuerdo de cómo abucheaban en el cine la escena en la que Jean Pierre Léaud repite incansablemente " Antoine Doinel " ante el espejo.

Me acuerdo de que corrimos a ver Le trou porque Truffaut adoraba a Jacques Becquer, de quien entonces no sabíamos absolutamente nada.

Me acuerdo de aquella tarde de primavera en que Javier Castro y yo vimos tres veces seguidas La noche americana en el Coliseum, perdidamente enamorados de Jacqueline Bisset.

Me acuerdo de François Truffaut.


JUEGOS REUNIDOS
MARCOS ORDÓÑEZ

Libros del Asteroide



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